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17. Un día del libro un poco accidentado

El día del libro era un día muy especial en la biblioteca de los Osconanos. Se preparaba durante semanas. Los personajes de los libros vestían sus mejores galas, los hechiceros preparaban una exhibición de sus hechizos más difíciles. Las brujas preparaban galletas y los todos los que iban se divertían a lo grande. Susanski y sus amigos tenían todo listo e iban a acercarse lo antes posible. Estaban deseando que Spooky llegara para llevarlos con Joey y todos los demás.

Cuando Spooky llegó no tenía muy buena cara. Parecía muy triste y la niña le preguntó:

—¿Qué te pasa, Spooky? 

—Ha pasado algo terrible —contestó sin levantar la mirada del suelo.

—¿Y qué es eso tan terrible? —preguntó Coqui.

—No sé si por dónde empezar. Es mejor que os lo cuenten Virginia y Joey.

Los niños se preocuparon. No habían visto a Spooky tan decaído. Al llegar, entraron corriendo en la biblioteca y se encontraron con los dos Osconanos en el mostrador. Virginia trataba de calcular cuántos libros faltaban de la biblioteca y Joey revisaba el inventario.

—No puede ser, Joey. Cada vez que los cuento faltan más y más —dijo Virginia.

—Parece como si todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo para sacar todos los libros a la vez.

—¡No puede ser, Joey! Aquí pasa algo muy raro y muy preocupante.

—Hola —saludó Susanski—. Spooky nos ha contado que ha pasado algo muy grave.

—Ay niños, ha sucedido algo terrible —dijo Virginia—. No sé ni por dónde empezar.

—Nada, chiquis, al parecer tenemos algunos libros extraviados y no sabemos quién los ha sacado ni cómo ni cuándo —explicó Joey.

—A lo mejor es que se les han olvidado devolverlos —dijo Peri—. A mí me pasó una vez.

—No sería un problema si no fuera porque los personajes de los libros viven dentro de ellos y si no los devuelven a tiempo, los personajes no podrán volver a la biblioteca —explicó Virginia.

—Es todo muy extraño —dijo Joey—. No había pasado antes.

—Si continúa todo así en un par de días no tendremos ningún libro en la biblioteca y todos los personajes vagarán perdidos —dijo Virginia muy angustiada.

—¡Tenemos que hacer algo! —dijo Coqui.

—Creo que lo más importante es saber quién tiene los libros —dijo Susanski—. Podríamos ir a pedírselos.

—Estoy mirando en el sistema y aparecen muchos nombres diferentes —dijo Virginia.

—A lo mejor es que todos se han puesto de acuerdo para sacar los libros a la vez. Aunque que todos ellos tengan retraso es un poco extraño —dijo Peri.

—¡Más que extraño es toda una conspiración! —concluyó Coqui.

—Hemos llamado a Margarita Castellanos para que nos ayude a encontrar los libros —dijo Virginia.

—¡Es muy buena idea! —exclamó Susanski— seguro que nos ayuda.

Margarita no tardó en llegar acompañada de su dragón enano Slayer. Llevaba el bolso de viaje que usaba cuando era una bruja de guardia. Ahora, ya retirada, la usaba pocas veces pero su magia seguía intacta y al servicio de sus amigos.

Se acercó con paso decidido al mostrador y saludó a todos los que estaban allí.

—Virginia, he recibido tu mensaje y he venido lo antes posible.

—Muchas gracias Margarita. Necesitamos encontrar a las personas que se están llevando a los libros y están dejando a los personajes sin poder volver a la biblioteca —dijo Virginia.

—Eso sí que es extraño, aunque tuvieran el libro en su casa, los personajes podrían volver aquí siempre que les llamarais —dijo Margarita.

—Por eso estoy tan preocupada —dijo Virginia—. Parece que no pueden volver.

Margarita sacó su bola de cristal, su varita y los colocó sobre un pañuelo bordado de color turquesa. Agitó sus manos encima de la varita y de la bola recitando lo siguiente:

—Espíritus rastreadores necesito vuestra ayuda ¡yo os invoco!

Durante unos segundos no pasó nada. Los niños se miraban entre sí esperando alguna señal. No sabían lo que estaba pasando o si la llamada había funcionado. Spooky, un poco asustado, le dio la mano a Susanski. Entonces un humo violeta se materializó encima de la bola de cristal y se oyó:

—Probando, probando, un, dos, un, dos, ¿se me oye?

—Se te oye perfectamente —dijo Margarita.

—Es la primera vez que utilizo este sistema y no siempre se me da bien —dijo el humo violeta.

—Dinos tu nombre para que podamos nombrarte. 

—Vog el rastreador.

—Te saludo, Vog el rastreador, soy Margarita y necesito tu ayuda.

—¿En qué puedo ayudarte Margarita?

—Varias personas han sacado libros de la biblioteca de los Osconanos y no los han devuelto. ¿Podrías decirnos quiénes son?

—Dadme un segundo y os contestaré. 

Pasaron varios segundos y aún no tenían respuesta. Virginia y Margarita se miraban inquietas. Los espíritus rastreadores eran bastante temperamentales y aunque solían ayudar de buen grado, a veces cambiaban de opinión sin motivo. En ese momento se oyó un ruido terrible.

—Te he dicho que no te puedes comer ese cable.

—¿Vog? —preguntó Margarita—. ¿Eres tú?

—Sí, perdona, tengo aquí a mi mascota, un espíritu poltergeist que me cambia todo de sitio.

—¿Has encontrado a los dueños de los libros?

—Sí, lo he hecho, pero no son varios sino uno solo. Se oculta bajo varios nombres, pero conozco su verdadero nombre. Se llamaba se llama Ikore. 

—¡Oh no! ¡Es el mago Ikore! —exclamó Virginia.

—Muchas gracias Vog el rastreador te debemos un favor y de los grandes —dijo Margarita.

—Así es. Un día de estos volveré pediros ese favor —dijo el humo violeta.

El espíritu rastreador se marchó de la misma manera que había llegado: con un ruido extraño.

—Margarita, —dijo Virginia— ¿qué es lo que podemos hacer? Ikore es un mago muy poderoso. Ya se ha llevado muchos libros, si viene a por más, todos los personajes se quedarán vagando para siempre y la biblioteca se quedará vacía.  

—Habrá algo que podamos hacer —dijo Susanski tratando de pensar en algo. 

—A estas alturas, ya poco podemos hacer. Estamos vendidos. Si pudiéramos volver al pasado sería mucho más fácil —dijo Joey.

—¡Tengo una idea! —dijo Susanski mirando a sus amigos— Podemos ir a la casa del inventor Christian von Mezger que tiene una bicicleta para viajar al pasado. ¿A dónde tendríamos que ir?

A Margarita Castellanos se le iluminaron los ojos y dijo:

—Uno o dos días. Con eso podríamos hacer un conjuro en la puerta de la biblioteca para que no pudiera entrar y no se llevara ningún libro. 

—Entonces eso está hecho. Vamos a ir a la casa del inventor a pedirle que nos deje usar su bicicleta. — Susanski y sus amigos fueron corriendo a la casa en forma de cafetera de Christian von Mezger. 

Antes de alcanzar la puerta, empezaron a llamarle:

—Christian, Christian. ¡Necesitamos tu ayuda!

El inventor acompañado de su robot en patines abrió la puerta. 

—Hola, niños, ¿en qué puedo ayudaros?

—Necesitamos su bicicleta para ir al pasado. Bueno, solo al jueves, con eso basta. Necesitaban ir a la biblioteca de los Osconanos para que Margarita haga un conjuro rápido para que el mago Ikore no se lleve los libros.

—Eso está hecho. ¡Hay que impedírselo! ¡No se los puede llevar! —Christian estaba indignado. —No podemos quedarnos sin libros. 

Entonces los niños, Joey y Spooky subieron a la bicicleta y empezaron a pedalear hacia atrás por cada hora que querían retroceder en el tiempo. Fueron contando en voz alta para no equivocarse contaron de uno a cuarenta y ocho que eran las horas que necesitaban y una vez que terminaron se encontraron con que era jueves.

—Spooky, ya estamos a jueves tenemos que ir corriendo a la biblioteca a decirle a Virginia lo que va a pasar —dijo Susanski.

—Tenemos que tener mucho cuidado con la señorita Paradoja Time porque si nos encuentra, seguro que nos lo impide —dijo Spooky un poco asustado.

—Vamos, ¡rápido! ¡No hay tiempo que perder! —dijo Susanski.

Los niños bajaron la colina corriendo y se adentraron por las calles. Ya podían ver la biblioteca. Apretaron el paso y cuando estaban a punto de entrar, oyeron una voz a sus espaldas que les dijo:

— ¿Qué estáis haciendo aquí? Vosotros no pertenecéis a esta línea temporal.

—Esto, bueno, es que venimos de otro de otro plano —empezó a decir Coqui.

—¿Cómo que de otro plano? Venís de otra línea temporal. En mi lector indica que habéis venido del sábado. Debería daros vergüenza. A ver, ¿dónde está el permiso A-700?

—No tenemos ningún permiso A-700 —dijo Peri.

—O sea que habéis llegado interrumpiendo la línea temporal sin ningún tipo de permiso. ¿Sabéis lo que estáis haciendo? ¡Esto es inaceptable! —Sacó su libreta y empezó a rellenar rápidamente todos los motivos por los que iban a ser arrestados.

Susanski, al verlo, no pudo quedarse callada y dijo.

—Usted debe ser la señorita Paradoja Time, ¿verdad? 

—Efectivamente —dijo sin levantar la vista de su libreta. Continuó escribiendo a toda velocidad.

—Tiene razón, hemos venimos del sábado porque el mago Ikore ha sacado todos los libros de la biblioteca y ahora los personajes no tienen donde volver. 

—Es terrible —añadió Spooky.

—No quiere devolverlos. ¡Tenemos que hacer algo para impedírselo! —explicó Coqui.

—Es lo único que se nos ha ocurrido.

—Esto es una misión de urgencia —dijo la señorita Paradoja Time.

—Sí —corearon los niños.

—Virginia nos ha pedido que hiciéramos algo —dijo Susanski.

—Y también Margarita —añadió Coqui.

—Esto cambia las cosas, niños. Tendríais que habérmelo dicho. —Guardó su libreta y les hizo un gesto con la mano. —Quedaos aquí. Voy a buscar a Virginia para que salga y así evitaremos que podáis encontraros con una versión de vosotros mismos del pasado. 

Entonces miró a Joey y dijo:

—Sobre todo tú que trabajas aquí. 

—Es verdad. Sería súper raro encontrarme conmigo mismo —concluyó Joey.

Entonces la señorita Paradoja Time entró directamente a la biblioteca y en menos de lo que se tarda en decir Osconano, volvió acompañada de Virginia. Miró a Joey y le preguntó muy seria. 

—Joey, ¿no estabas en la sección de cocina para miércoles con prisas?

—Me temo que estoy en la sección de este sábado tenemos problemas en la biblioteca.

Susanski le explicó rápidamente el motivo por el que habían ido, qué es lo había pasado y que la señorita Paradoja Time había sido muy amable y les estaba ayudando en su labor.

—Hay que impedir que el mago Ikore se salga con la suya. Voy a llamar a Margarita ahora mismo —dijo Virginia. Estaba furiosa. No era la primera vez que el mago Ikore intentaba alguna de las suyas. Cuando llamó a Margarita para contarle lo que iba a pasar se encontró que Margarita ya estaba al corriente. Ella misma se había mandado un mensaje y tenía un conjuro preparado. 

—Niños, por ahora todos estamos avisados y tan pronto como Margarita venga, impediremos que el mago Ikore se lleve ningún libro de la biblioteca —dijo la señorita Paradoja Time —Ahora volved a vuestro tiempo sin cruzar ninguna otra línea temporal. ¿Me habéis oído? Y que sea la última vez que viajáis al pasado sino un permiso A-700.

—Por supuesto —dijeron los niños— No lo volveremos a hacer.

Los niños salieron corriendo a recoger la bicicleta. Cuando la encontraron, pedalearon 48 veces hacia adelante y cuando llegaron se encontraron dónde estaban en la casa del inventor von Mezger. 

El inventor paseaba arriba y abajo hasta que vio a los niños llegar. 

—¿Ha ido todo bien? —preguntó muy preocupado—. ¿Os habéis encontrado con la señorita Paradoja Time?  

—Sí, hemos podido avisar a Virginia— dijo Susanski.

—Nos encontramos con la señorita Paradoja Time y quiso ponernos una multa —dijo Coqui. 

—Pero luego nos ayudó —dijo Peri. 

—Menos mal. Es mujer es implacable en cuanto a procedimientos se refiere. Ahora vamos a la biblioteca. Quiero ver que todos los libros están allí y no hemos perdido a ningún personaje. 

Joey y Spooky acompañaron a los niños de nuevo a la biblioteca. Allí se encontraron que todo estaba como siempre: había libros tirados por todas partes, los personajes se agrupaban en las secciones en las que no correspondían y Virginia trataba de mantener el orden moviéndoles a uno a uno. Margarita también estaba allí y cuando entraron les saludó muy contenta.

—Chicos lo habéis conseguido. Llegasteis a tiempo para que pudiera hacer un conjuro e impedir la entrada al mago Ikore a la biblioteca.

—¡Fantástico! Hemos sobrevivido a otro ataque.

Todo saltaban de alegría.

—Como hoy es el Día del Libro podéis elegir algún personaje para llevarlos a casa y que os lea su libro —dijo Joey.

—No creo que podamos hacerlo, Joey —dijo Susanski— Nos encantaría, pero no creo que puedan venir con nosotros a nuestro mundo. 

Al ver las caras tristes de los niños, Joey se acercó al mostrador de préstamos y llamó por megafonía al capitán Nemo que no tardó en acercarse a donde estaban. 

—Niños, este es el capitán Nemo. Os va a leer algunas de sus aventuras cuando viaja en su submarino. 

El capitán con su voz profunda y grave les contó con detalle sus viajes en el submarino Nautilus. Le contó su viaje al polo Sur y estuvieron tan entretenidos que cuando se quisieron dar cuenta, ya era hora de volver a casa. El día del libro en la biblioteca de las Osconanos siempre era especial.


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