18. Convención de magia
Una tarde al llegar del colegio, Susanski se encontró una carta en el buzón. No era un sobre de colores, ni tenía la letra de la tía, así que no podía ser de ella. Miró el remitente con curiosidad y vio que ponía las letras BF. ¿Quién podía ser? Aquella tarde Rocío había ido con Susanski a hacer los deberes juntas porque ya tenían deberes por las tardes. Eso era lo que pasaba cuando al empezar el cole de mayores. Deberes. Pero antes iban a merendar y desde luego, había que leer aquella carta misteriosa.
Al llegar a su habitación, Susanski abrió el sobre con cuidado. Había una invitación con una nota en la que decía “Para Susanski, espero que te guste”. ¡Y vaya si le gustaba! Era una invitación para el Congreso de Brujería que se llevaría a cabo en el Palacio de los Congresos, cerca de su casa. La única condición era que podía lleva a alguien con ella, pero tenía que ser una chica. Al fin y al cabo, era cosas de brujas, no brujos. Ya estaba decidido, iría con Rocío.
Susanski y Rocío fueron al Palacio de Congresos acompañadas de la madre de Susanski porque estaba muy lejos para ir solas, aunque fueran de la mano. Aunque eso sí, les vendría a recoger a las siete de la tarde. Cuando entraron en el congreso, una mujer muy mayor vestida de negro con lunares amarillos les pidió la invitación.
—Alto, no podéis pasar si no estáis invitadas —dijo la señora que olía a melocotón.
—¡Claro que lo estamos! —respondió Rocío pizpireta.
—Nos ha invitado la Brujita del Frío —añadió Susanski mientras le mostraba el sobre recibido.
Por supuesto, al verlo, les dejaron pasar. Aquello era enorme. Era una habitación gigantesca. Había muchísimas casetas rodeando la sala donde podían leer letreros con nombres tan interesantes como la magia de las galletas, conjuros para llevar en los bolsillos, varitas mágicas, mascotas con carácter y hasta pociones de colores y picapica. Las dos niñas no sabían por dónde empezar. Todo era super interesante y apenas tenías dos horas.
—Dame la mano, no quiero perderme aquí —dijo Rocío.
Entonces un viento gélido como proveniente del polo norte les revolvió el pelo. Al girarse vieron que la Brujita del Frío iba acompañada de sus hermanas, Brisa y Tempi. Se acercaron a las niñas y les dijeron.
—¡Susanski! Es genial que hayas podido venir —dijo la Brujita del Frío.
—Esta es mi amiga Rocío —dijo Susanski presentando a su amiga que miraba todo sin poder dar crédito a lo que estaba viendo.
Brisa y Tempi se abalanzaron sobre el estand de conjuros para comer. Bruji, como llamaban a la Brujita del Frío, les fue presentando a todas sus amigas y compañeras de la escuela. Entonces vieron a tres niñas, bueno, eran tres brujas. Una de ellas vestía de morado, la otra de rojo y la tercera de verde. Entonces Rocío las señaló y dijo
—Mira, Susanski, son Vainilla, Grosella y Púrpura.
—¿Las conocéis? —preguntó Bruji intrigada.
—Sí, bueno, no, —empezó Rocío y no dijo más.
—Hemos leído mucho sobre ellas, pero no las conocemos en persona —explicó Susanski.
—Son de otra ciudad, Abracadabra, y a lo mejor el año que viene están mi escuela de intercambio. Depende de las notas que saquen este curso…
Bruji se acercó a ellas seguidas de las dos niñas, las tres brujas extranjeras la saludaron y cuando les presentó a Susanski y a Rocío, la bruja del vestido morado les preguntó:
—Hola, soy Vainilla, ¿en qué escuela estudiáis?
—En el colegio de San José.
—¿Es una escuela de magia? —preguntó Grosella.
—¡No! —exclamó Rocío.
—Nos gustaría mucho aprender magia, pero en Madrid es imposible —concluyó Susanski.
—Es una pena —dijo Púrpura—. Tendréis que aprenderla vosotras en la biblioteca.
—¡Mirad! Un puesto de asesoría de mascotas —dijo Grosella entusiasmada—. A lo mejor me pueden ayudar a encontrar mi mascota perfecta.
Vainilla y Púrpura se encogieron de hombros y con gesto poco convencido, la dejaron ir. La siguieron hasta el estand.
—Les va a volver locos y no van a encontrar mascota. ¡Le gustan todas! Las lagartijas, las culebras, los camaleones…
—¡A mi tío Miguel también le encantan los camaleones! —exclamó Susanski.
—¿En serio?, a Grosella también —dijo Púrpura.
De repente la habitación se quedó a oscuras. Rocío le cogió la mano a Susanski y se puso detrás de ella. Se oyó una risa malévola y las luces se volvieron a encender. En medio de la sala, flotando sobre todos los estands volaba una bruja acompañada de un buitre con un parche en un ojo.
—¡Oh! ¡Son la bruja Siroco y su mascota Síncope! —dijo Bruji.
—Hola, pequeñas y repugnantes criaturas —dijo la bruja Siroco—. He venido a veros, aunque ninguna de vosotras se ha dignado a invitarme.
El buitre se posó en el puesto de conjuros para fines de semana y miraba con cara de pocos amigos a los que estaban a su alrededor. La bruja Siroco era una mujer de edad indefinida entre miles de centenas o cientos de millares. Estaba arrugada como una pasa y el pelo blanco le llegaba al suelo en una trenza que parecía infinita. Vestía de gris marengo con lunares blanco. Su gorro puntiagudo caía hacia atrás una tela de araña a modo de velo. Era fea como un demonio y su voz chirriaba como las bisagras oxidadas.
—¿Qué quieres? —preguntó Tempi desafiante.
—¿Qué voy a querer? ¡Toda vuestra magia! ¡Os voy a exprimir a todas! — Volvió a reír mientras todas las allí presentes se miraban con miedo.
Bruji se acercó a Vainilla y le susurró algo en el oído. Luego Vainilla hizo lo mismo con Grosella y esta a su vez con Púrpura que se acercó y le dijo a Susanski.
—Tenemos que detener a Siroco antes de que se quede con toda nuestra magia. Necesitamos que la distraigas mientras Vainilla, Grosella y yo buscamos un hechizo que la detenga.
Siroco se paseaba por toda la habitación mirando a las brujas que temblaban a su paso.
—¿Quién va a ser la primera? ¿A quién le voy a quitar la magia?
—A mí —dijo Susanski ante el asombro de todos. Rocío le dijo un no muy bajito, pero Susanski estaba decidida. —Me llamo Susanski y no vas a quitarme la magia.
—¿Eso crees, mocosa impertinente? — Se acercó a Susanski y la examinó de arriba a abajo. —¿Crees que no soy capaz de arrebatarte toda tu magia?
—No soy una bruja. No tengo magia.
—¿Entonces qué eres? —La bruja no sabía qué hacer. Si realmente era así, no podría hacerle nada.
—Soy una estudiante de primaria.
La bruja Siroco dio un respingo. ¿Qué clase de arte mágica era aquella primaria? ¿Sería un monstruo primigenio del maestro Lovecraft? ¿Sería una disciplina de comida rápida? Agitó las manos en el aire y recitó unas palabras que nadie entendió y apuntó a Susanski.
—¿Ves? No puedes quitarme la magia. —Susanski se mostraba confiada.
La bruja Siroco volvió a lanzar un hechizo contra ella, pero no consiguió mucho. Ni la despeinó.
—No tienes nada que hacer contra mí —sentenció victoriosa.
La bruja Siroco daba vueltas en círculos seguida por su leal buitre. Se tiraba del pelo repitiendo «maldición, maldición». Entonces Púrpura se puso detrás de la bruja, Grosella en un lado y Vainilla delante de ella. Recitaron un conjuro muy antiguo que Púrpura había encontrado en un libro con ayuda de su mochuelo Trufa. Al terminar de recitarlo, la bruja Siroco no se podía mover. Estaba atrapada en un halo invisible.
—¡Ahora, Bruji, es tu turno! —gritaron las tres brujas de Abracadabra.
Bruji lanzó un viento helado que la congeló en un segundo. Ahora podía seguir disfrutando del congreso sin que les molestara, pero cuando miró el reloj, Susanski vio que habían pasado las dos horas y que su madre le estaría esperando en la puerta. Se despidió tan rápido como pudo y Rocío y ella salieron corriendo. ¡Aún tenían que llegar a casa y terminar los deberes!