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26.El hechicero Gorgonzola

Los días del mes de mayo eran muy locos. Algunos llovían como si se fuera acabar el mundo y otros hacía tanto calor que parecía que se iban a derretir las calles. Por eso, Susanski y sus amigos decidieron pasar la tarde en casa de la niña. Tenían pensado ver una película con palomitas cuando oyeron unos ruidos muy extraños. 

Susanski, que era muy valiente, decidió que si los ruidos venían de su habitación no iba a permitir que fuera quien fuera se saliera con la suya. 

—¿Quién anda ahí? —dijo Susanski bastante molesta—. Seas quien seas no estás invitado.

—Soy yo… —dijo una voz pero Susanski no veía nada.

—¿Y quién es Yo? —preguntó Coqui desde la puerta.

—Soy Spooky —dijo la voz.

—¿Por qué no podemos verte? —preguntó la niña. 

—No lo sé pero todos en el cole y en mi casa nos hemos levantado así. No sabía qué hacer y he venido a veros.

Se le oía muy triste y Susanski quiso ayudarle. 

—¿Has hablado con Joey o con Virginia?

—Es que como no me ven y no me han hecho caso. 

—Tengo una idea —dijo Susanski—. Voy a coger un par de cosas y vamos a la biblioteca de los Osconanos ahora mismo.

Susanski fue corriendo a la cocina. Coqui y Peri la siguieron. No sabían si el monstruo de armario les había seguido o no porque no podían verle. 

—Llévanos a la biblioteca de los Osconanos, Spooky.

El monstruo de armario les llevó más rápido que decir Osconano. Allí se acercaron al mostrador de información donde estaban Joey y Virginia. 

—Hey, chiquis, ¡qué alegría veros por aquí! —saludó Joey. 

—Spooky tiene un problema —dijo Susanski.

—Creemos que es de los gordos —añadió Peri muy serio.

—¡No podemos ni verlo! —dijo Coqui.

—¿Qué ha pasado, niños? —preguntó Virginia— ¿Os habéis peleado?

—No, es que es invisible —dijo Susanski. 

La niña se dirigió al monstruo de armario y para asegurarse de donde estaba, le llamó. Cuando contestó, sacó una bolsa de papel de la mochila y se la echó encima. Era harina y pudieron ver al monstruo de armario en blanco.

—¡Hey, Spook! ¿Qué te ha pasado?

—No lo sé —dijo Spooky intentando no echarse a llorar—. Todos mis amigos y mi familia estamos así. 

—¿Cuándo empezó todo? —preguntó Virginia.

—Esta mañana.

—Entonces tendremos que llamar a la bruja Margarita. Ella sabrá qué hacer. 

Virginia sacó un espejo de un cajón del mostrador y dijo a su reflejo. 

—Quiero hablar con Margarita Castellanos. 

Entonces el reflejo se borró y apareció la cara de Margarita. 

—Hola, Virginia —saludó,

—¿Puedes venir a la biblioteca? Spooky, sus amigos y familia se han despertado invisibles. 

—¡Qué extraño! Ahora mismo voy. 

Margarita, acostumbrada a viajar en armario, no tardó ni cinco minutos en llegar acompañada de su dragón enano, Slayer. 

—Hola, niños. No sabía que estarías por aquí.

—Spooky ha venido a pedirnos ayuda —dijo Susanski.

—Spooky, ¿puedes recordar algo de esta mañana antes de ver que eras invisible? 

—No recuerdo mucho. Todo fue como todas las mañanas. 

—¿Oíste algún ruido o viste a alguien que no conocieras? —preguntó Margarita.

—No pero ahora que lo dices… lo que sí fue muy raro es que la casa olía a queso. 

—¿A queso? —preguntó Coqui— Eso sí que es raro.

—Ya sé qué ha pasado —dijo Margarita—. Sé quién ha sido el causante. 

Los niños la miraban curiosos. Virginia y Joey esperaron a que diera más detalles pero como seguía revolviendo en el bolso sin decir nada, Joey dijo:

—Por favor, Margarita, dinos quién ha sido que me muero de curiosidad. 

Entonces sacó su libreta de nombres, direcciones y anotaciones aleatorias. Se aclaró la garganta y dijo:

—¡A través de grietas, botones y honduras, traedme al brujo con nombre de queso, que se oculta en valles y llanuras, granuja escurridizo y travieso! 

Los niños se alejaron un poco porque sabían que tras el humo de colores siempre venía alguien. Esta vez no fue diferente. Un ser blanquecino, de orejas puntiagudas negras, gafas de alambre redondas se apareció delante de Margarita. Tosió tres veces y luego dio un golpe con el pie en el suelo.

—¡Maldiciones! —exclamó.

—¡Gorgonzola, esta vez te has pasado! —le regañó Margarita—. Spooky me ha dicho que has hecho invisible a todos los monstruos de armario.

—¡Y qué! ¡Son feos! —dijo Gorgonzola.

—¡Tú sí que eres feo! —contestó Coqui.

—¿Y tú quién eres? —preguntó Gorgonzola. 

—Somos los amigos de Spooky —intervino Susanski— y no vamos a permitir que le hagas invisible porque a ti te parezca divertido.

—Un poco divertido si que es —dijo Gorgonzola—. Lo que pasa es que no tenéis sentido del humor.

—Y tú tienes nombre de queso oloroso —dijo Susanski muy enfadada. 

—Soy Gorgonzola, el hechicero más poderoso del mundo —dijo mirando a Susanski mientras se acercaba a ella—. Si no te andas con cuidado puedo convertirte en cienpies. 

—Soy Susanski, estudiante de primaria y si no te andas con cuidado, te llenaré de harina.

Aquello no era una gran amenaza pero a Margarita le hizo mucha gracia y le dijo a Gorgonzola.

—Ya ha oído a Susanski si no quieres pasarte el resto de tus días sacando harina de todos los bolsillos, vuelve visibles a todos los monstruos de armario. 

Gorgonzola se quejó. Sabía que Margarita era mucho más poderosa que él y tenía las de perder. 

—Esta bien. 

Agitó la varita sobre Spooky se volvió visible aunque seguía teniendo mucha harina en la cara. Los niños se alegraron tanto que le abrazaron todos a la vez. Y claro, acabaron todos manchados de harina.

—Recuerda, Gorgonzola, ya sabes lo que te espera si vuelves a hacer alguna de las tuyas.

Gorgonzola el hechicero salió volando mientras repetía “malditos estudiantes de primaria”.

—Spook, ahora ya sabes lo que toca. Un ducha para quitarte toda esa harina de encima —dijo Joey. 

Los niños se rieron y su monstruo favorito les llevó a casa. Los padres de los niños les preguntaron por qué venían tan sucios pero ellos solo contestaron que la culpa la tenía un hechicero con nombre de queso. 



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