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Susanski sabía que la navidad no empezaba hasta que el coche de la tía María se quedaba tirado, sin batería y tenía que ir su padre a recogerla. Primero eran los villancicos en las tiendas y luego el coche de la tía María. Aquella Nochebuena había empezado igual así, que la mamá de Susanski le pidió que se quedara con su primo Cormac mientras ellos se encargaban de rescatar al coche y a la tía María. Sus amigos Coqui y Peri también habían ido a su casa. Era mejor quedarse que enfrentarse a las últimas compras para la cena de Nochebuena.
—¿Operación langostino? —preguntó Susanski al ver a sus amigos.
—¿Operación rescate de coche? —preguntaron ellos.
—Sí. Hay cosas que nunca cambian.
—¡Solo falta que venga Spooky! —dijo Coqui.
En ese instante se oyó un ruido que provenía de algún lugar entre los zapatos y las perchas del fondo del armario de Susanski.
—¡Ha pasado algo terrible! —dijo Spooky mientras se quitaba una percha de la cabeza.
—¿Qué ha pasado? —preguntaron los niños.
—Tenéis que venir conmigo. Necesitamos vuestra ayuda. —dijo respirando con dificultad.
—Tengo que cuidar de mi primo Cormac —dijo Susanski y Cormac saludó con un efusivo “Hello”.
—¡Que venga también! —dijo Spooky—. Necesitamos mucha ayuda. Estamos a punto de cancelar la navidad.
—¿Qué? —gritaron los cuatro niños.
—Papá Noel ha olvidado qué es la navidad.