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Los niños viajaron con Spooky. Tenían que ayudar a Papa Noel a recordar qué era la navidad. No podían permitir que se cancelara la navidad.
Al llegar a la biblioteca de los Osconanos tuvieron que entrar abriéndose paso entre todos los personajes de los libros que habían acudido a ayudar.
—¡Orden, un poco de orden! —oían gritar a Joey pero todos los personajes hablaban a la vez.
—Hola, Joey —saludó Susanski—. Hemos venido lo antes posible. Queremos ayudar.
—Muchas gracias, chiquis —dijo Joey muy triste—. ¿Sabéis lo que ha pasado?
—Sí, Spooky nos lo ha contado —dijo Susanski—. Pero, ¿cómo ha podido olvidar qué es la navidad?
—Ha sido la bruja Siroco —dijo Virginia acercándose a los niños. —No solo ha hecho olvidar a Papá Noel, los renos tampoco recuerdan nada, ni siquiera los duendes lo recuerdan. La fábrica de juguetes está parada.
—That’s horrible! —exclamó Cormac.
—Y tanto, chiqui. —dijo Joey—. Tenemos que hacer algo. No podemos permitir que la bruja Siroco se salga con la suya.
—Tenemos que organizarnos o no nos dará tiempo —dijo Susanski.
—Es muy buena idea.
—Estoy esperando a Margarita para que nos ayude a encontrar a la bruja Siroco —dijo Virginia—. A lo mejor podemos encontrar un antídoto para el hechizo.
—¡Muy buena idea! —corearon los niños.
—Iba a ir a ver a los renos, —dijo Joey—. Quiero ver qué tal están y a ver si podemos hacerles recordar. ¿Queréis venir conmigo?
—¡Sí! —exclamaron los niños.
—Llevaremos zanahorias para darles de comer —dijo Cormac.