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12

Los niños entraron en la fábrica de juguetes. Nunca habían visto nada igual. Era gigantesca. 

—¡Es más grande por dentro que por fuera! —exclamó Coqui.

—¡Y que lo digas! — dijo Peri.

Los elfos corrían de un lado a otro diciendo:

—¡No tenemos tiempo! ¡No tenemos tiempo!

Susanski que sabía que si no se organizaban, aquello podía terminar como el trabajo en grupo que hicieron el año pasado les llamó al orden:

—¡Atención! —gritó y los elfos pararon en seco. Miraron a la niña y esperaron a que hablara—. Tenemos unas pocas horas y hay mucho que hacer. ¿Cómo os soléis organizar otros años?

—Es Papá Noel el que nos dice qué tenemos que hacer. 

—Papá Noel no podrá ayudaros esta vez. Tendréis que hacerlo sin él —dijo Susanski.

Los elfos se miraron entre ellos. No se les veía muy seguros. De hecho alguno empezó a temblar. 

—No podemos hacerlo sin él. 

—¡Claro que podéis! ¿No habéis oído lo que has relatado Hans? —dijo Coqui—. Todo lo que ha contado de las otras navidades lo habéis hecho vosotros. 

—Es verdad —añadió Peri—. En el primer cuaderno, apenas hablo de lo que hizo Papá Noel. Solo salíais vosotros. Con vuestras ideas. ¿Quién se encargó de pedir ayuda a las hadas del arcoiris?

—Fueron Pepper y Candycane —dijeron los elfos.

—Exacto. ¿Quién de vosotros tiene el récord de hacer más muñecas en menos tiempo? —pregunto Coqui.

—Berry Ribbonhope —Volvieron a decir los elfos todos juntos.

—¿Veis? —continuo Coqui— Podéis hacerlo. Solo tenéis que creer en vosotros.

—Y en la magia de la navidad —añadió el pequeño Cormac. 

Los elfos aplaudieron y dieron saltos de alegría. De repente, todos sabían lo que tenían que hacer. La fábrica se iluminó, las máquinas arrancaron sin problemas y los villancicos empezaron a sonar. 



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