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Los niños, el monstruo de armario y el Osconano volvieron a la biblioteca. Tenían que conseguir que Papá Noel recordaba qué era la navidad y Susanski pensó que si le mostraba las cartas que los niños le escribían, lo conseguiría. Al llegar a la biblioteca se encontraron con Virginia y Margarita Castellanos. Trataban de encontrar el hechizo de la bruja Siroco con el que le había hecho olvidar a Papá Noel.
—Hola, niños, —saludó Virginia.
—No te lo vas a creer Virgi, —empezó a contarle Joey—. Estos niños han conseguido que los renos y los elfos recuperaran la memoria.
—¡Eso es fantástico! —dijo Virginia.
—Y no solo eso —añadió Spooky—. La fábrica está en marcha y el trineo ya está listo.
—Ahora tenemos que conseguir que Papá Noel se acuerde la navidad —dijo Susanski.
—Eso no va a ser tan fácil —dijo Margarita Castellanos cerrando con desesperación el libro de magia que tenía en las manos—. No hemos encontrado aún el hechizo de la bruja Siroco. Se acaba el tiempo.
—He tenido una idea y a lo mejor funciona —dijo Susanski—. Pero tenemos que ir a la sección epistolar.
Virginia les acompañó hasta allí. Subieron dos pisos y bajaron tres, giraron por los pasillos cambiantes y dieron tres vueltas. Después de subir por unas escaleras de caracol, llegaron a la zona de la biblioteca de los Osconanos donde guardaban todas las cartas. Estaban ordenadas por destinatario.
Cuando los archivos que correspondían a Papá Noel se llevaron una sorpresa muy desagradable: la bruja Siroco se había llevado todas las cartas que Papá Noel había recibido de los niños a lo largo de los años. No quedaba ninguna.
—¡Oh no, esto es terrible! —exclamó Virginia, mirando a su alrededor con preocupación. Susanski sintió un nudo en el estómago.
—¿Cómo vamos a ayudar a Papá Noel?