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20

Los niños, el Osconano y el monstruo de armario se miraron sin decir nada. No quedaba mucho tiempo y todo lo intentaban, fracasaba. ¿Y si no conseguían que Papa Noel recordara qué era la navidad a tiempo? 

Entonces, Susanski recordó algo importante. 

—Puede que la bruja Siroco se haya llevado las cartas de Papá Noel pero no se ha llevado las mías —dijo Susanski en voz alta.

—¿Tus cartas? —preguntó Virginia.

—Sí, la tia Maria y yo nos escribíamos cartas hablando de la navidad, de lo que me gustaba verla en Nochebuena y lo bien que nos lo pasabamos —dijo Susanski—. A lo mejor le ayudan a Papá Noel. 

—¡Es muy buena idea! —dijo Joey. 

El Osconano guió de nuevo a los niños a la sección epistolar de la biblioteca. Tal como Susanski había dicho, la bruja Siroco no se había llevado sus cartas. Solo las de Papá Noel. Las de Susanski con la tia Maria seguían allí. Ahora solo tenía que llevarlas donde estaba Papa Noel. 

Los niños cuando volvieron Virginia y Margarita estaban dando saltos de alegría. 

—¿Qué pasa? —preguntaron los niños al llegar.

—¡Tenemos un hechizo para atrapar a la bruja!

Entonces sin esperar más, Margarita recitó: 

En tierras donde el misterio escribe relatos,

y el viento susurra a los locos

¡que nos ayuden hasta los gatos 

y nos traigan a la bruja Siroco!

Entonces hubo una explosion, todo se llenó de humo y olía a menta. Cuando el humo desapareció, vieron a la bruja Siroco sentada en el suelo. 

—¿Qué hago aquí? —preguntó la bruja desorientada.

—¡Aunque no lo sepas, vas a ayudarnos! —dijo Margarita Castellanos.



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