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Susanski estaba muy triste. No sabía qué podían hacer para ayudar a recuperar la memoria de Papá Noel.
—A lo mejor no ha sido la bruja Siroco la que se ha llevado las cartas —dijo el pequeño Cormac—. A lo mejor se han perdido.
Susanski al oír el comentario de su primo le brillaron los ojos.
—¡Eso es! A lo mejor las cartas solo están perdidas.
—Eso no nos ayuda mucho —dijo Spooky sin saber a qué se refería—. Si están perdidas, tampoco las tenemos nosotros.
—Ahora no, pero todo lo que se pierde… —dijo Susanski.
—¡Termina en la oficina de Objetos Perdidos! —Joey terminó la frase—. Vamos niños, vamos a la oficina de Blake.
Echaron a correr por la escalera de caracol abajo, cruzaron tres pasillos que les llevaron a otros cinco pasillos diagonales. Bajaron dos pisos, subieron tres y bajaron uno pero a la pata coja. Después dieron dos vueltas a la izquierda y una a la derecha. Entonces de frente, la última puerta a la derecha era la oficina de los Objetos perdidos.
—Hola, Blake —dijeron todos a la vez casi sin aliento—. Estamos buscando las cartas que los niños han enviado a Papá Noel.
—Me temo que no tengo ninguna —dijo rascándose la cabeza un poco confundido—. ¿No sería mejor que le preguntarais a Papa Noel directamente?
—No se acuerda —dijo Coqui—. Ni de las cartas ni de la navidad.
—Eso es terrible y hoy es Nochebuena. ¿Qué puedo hacer para ayudaros?
—No lo sé, Blake, esperábamos encontrar algunas de las cartas… —dijo Susanski.