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19

Cormac y Susanski, con determinación, se acercaron más a Papá Noel. A su alrededor, Coqui y Peri trataban de recuperar el resuello, Margarita revisaba su libro de magia pero no encontraba nada que pudiera ayudar mientras Virginia trataba de localizar a la causante de todo aquello. 

—Papá Noel, ¿recuerdas la vez que Rudolph salvó la Navidad con su nariz brillante? —preguntó Cormac, con la esperanza de que esa historia pudiera desencadenar algún recuerdo.

Papá Noel frunció el ceño, intentando recordar, pero sus esfuerzos fueron en vano.

—Lo siento, Cormac. No tengo imágenes en mi mente. Ni siquiera sé quién es Rudolph —dijo, apesadumbrado.

Susanski tomó la mano de Papá Noel y le habló con ternura.

—Pero, Santa, ¿no recuerdas cuando Rudolph se constipó y tuvimos que pedirle al inventor Christian que creara un farol especial para que te iluminara el camino?

Papá Noel cerró los ojos, como si estuviera concentrándose en algo distante, pero no pudo traer esos recuerdos de vuelta.

—Lo siento, Susanski. Mi mente sigue en blanco. No puedo encontrar ningún recuerdo.

Cormac, sintiendo la urgencia de encontrar una solución, tomó la palabra.

—¡Ya lo tengo! ¿Y si te contamos historias sobre la magia de la Navidad? ¿Recuerdas cómo traíamos alegría a los niños de todo el mundo? —propuso, esperanzado.

Papá Noel asintió levemente, dispuesto a intentarlo.

Cormac y Susanski comenzaron a relatar historias entrañables sobre los regalos que habían entregado, las sonrisas que habían iluminado los rostros de los niños y la magia que se desataba cada Nochebuena. Describieron la emoción en los ojos de los pequeños al abrir sus regalos y la gratitud expresada en las cartas que recibían.

—Lo siento, niños. No consigo recordar nada y todo eso de la navidad parece muy bonito pero no sé qué tiene que ver conmigo.



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