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—Ho Ho Ho —repitió Papá Noel.
Margarita y Virginia se miraron con sorpresa. Los niños saltaron de alegría. Spooky y Joey saltaron a su vez.
—Tenemos mucho que preparar y no nos queda mucho tiempo —dijo Papa Noel.
La noticia de que Papá Noel había recordado qué era la navidad se extendió rápidamente por la aldea del Polo Norte. Los elfos habían decorado el trineo, lo habían cargado con los sacos de juguetes y se habían asegurado de que todo estuviera listo para el reparto. La magia de la navidad era más fuerte que nunca.
La bruja Siroco maldecía y protestaba. Como Virginia y Margarita estaban más pendientes de Papá Noel que de ninguna otra cosa, la bruja Siroco había aprovechado para liberarse.
—Ya es muy tarde, Papá Noel. No te va a dar tiempo.
—Ya está todo listo, pero antes de irme quiero darte algo —Papá Noel se acercó donde estaba la bruja Siroco y le dio un paquete envuelto con una lazo rojo muy grande.
—¿Qué es esto? —preguntó con desdén.
—¿Qué va a ser? Tu regalo de navidad.
La bruja Siroco lo cogió y salió volando por la ventana. Los niños le miraban sin saber qué decir.
—Pensaba que Santa solo traía regalos a los niños buenos —dijo Cormac.
—En navidad, pequeño Cormac, todos nos merecemos una segunda oportunidad. —Se giró a Virginia y a Margarita—. Muchas gracias por vuestra ayuda pero ahora he de irme y vosotros, niños teneis que estar en la cama antes de que pase por vuestras casas.
Los niños dieron un respingo.
—¡Es verdad! Vamos, Spooky llévanos a casa.