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La nariz de Rudolph volvía a brillar y aquello solo podía significar una cosa: recordaba su nombre. Joey se acercó a los renos y les preguntó:
—¿Sabéis cómo os llamáis?
Los renos movieron la cabeza afirmativamente. Cormac dejó de bailar y les pasó lista:
—¡Rudolph! —llamó Cormac señalando con el dedo y este bramó.
—¡Dasher! —Dasher bramó a su vez. Cormac miró al siguiente y dijo— ¡Dancer!
Dancer dio un paso adelante y bramó también.
—Ahora me toca a mí —dijo Coqui— ¡Vixen!
Vixen dio un paso adelante, otro atrás y bramó.
—¡Ahora yo! —dijo Peri—. Prancer, Prancer es tu turno.
El reno dio un paso adelante, uno de la derecha y otro a la izquierda mientras Peri repetía su nombre.
—¿Cupid? —dijo Spooky muy bajito.
Cupid se acercó y suavemente le acercó el morro a Spooky que sonrió mientras le acariciaba.
—Hey, Comet. ¿Ya te acuerdas de mí? —preguntó Joey.
Comet negó con la cabeza y luego le sacó la lengua. Joey se rió a carcajadas.
—Ahora me toca a mí —dijo Susanski—. ¡Blitzen!
Blitzen dio un paso adelante y Susanski hizo lo mismo. Luego los dos dieron un paso atrás y dieron una vuelta entera.
—Donner, ahora nos toca a nosotros —dijo Cormac bailando hacia él.
Los niños aplaudieron felices. Joey llamó a unos Osconanos para que ayudaran a poner en marcha el trineo de Papá Noel mientras él, los niños y un monstruo de armario tenían que visitar a los elfos de Papá Noel.