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Los duendes cuentacuentos les dijeron a los niños, al monstruo de armario y al Osconano que ellos se encargaban de contar cuentos que más tarde se recogían en libros. Ellos contaban las historias de muchos de los personajes que estaban en la biblioteca de los Osconanos.
—¿No tendríais algún cuento que podéis contarles a los elfos para hacerles recordar?
—Nosotros no. Solo contamos cuentos pero podemos hablar con el duende de navidad —dijeron los duendes cuentacuentos.
—¿Quién es el duende de navidad? —preguntó Spooky.
—Es el que recoge todo lo que sucede en navidad. No solo aquí sino en todas partes. En todos los países, en todos los mundos.
—¿También en el nuestro? —preguntó Coqui.
—¡Claro!
—A lo mejor nos puede ayudar con los elfos —dijo Peri.
—Entonces vayamos a buscarle. Está en el punto más al norte del polo norte —dijeron los duendes cuentacuentos.
Los niños viajaron en trineos hechos con libros, por supuesto, y tirados por libros en forma de zorros árticos. A medida que se iban acercando al punto más norte del polo norte veían que las auroras boreales brillaban con mucha intensidad y no había rastro del sol.
Por supuesto, el duende de navidad vivía en una casa hecha con libros. Parecía un castillo en miniatura inclinado hacia un lado.
—Hola, —llamó el duende cuentacuentos—. ¿Estás en casa?
—¡Claro, dónde si no iba a estar! —El duende de navidad abrió la puerta y salió a recibirles. Les miró de arriba abajo y preguntó —¿Quienes son esta gente que te acompaña?
—Son unos niños que vienen a pedirte ayuda.
—¿Y por qué debería ayudarles? —preguntó el duende de navidad cruzando los brazos—. Estoy muy ocupado.
—Necesitamos tu ayuda, duende de navidad, los elfos de Papá Noel han olvidado la navidad. —dijo Susanski.
—¡Eso es terrible! ¿Cómo han podido ser tan zoquetes?
—Ha sido la bruja Siroco —explicó Peri.
—¿Y cómo puedo ayudaros? —dijo el duende de navidad—. No queda mucho tiempo. Si no lo recuerdan pronto, habrá que cancelar la navidad.
—Necesitamos alguno de tus cuentos que les ayude a recordar qué es la navidad —pidió Coqui.
—No escribo cuentos, niño. Soy un cronista. —Hizo una pausa esperando algún tipo de reconocimiento pero ninguno se atrevió a decir nada. Suspiro y siguió diciendo—. Claro que tengo mucho escrito sobre la navidad.
Le convencieron para que metiera todo lo que creía que pudieran necesitar en el trineo y les acompañó de vuelta. Todos cruzaban los dedos para que pudieran hacer a los elfos recordar como lo habían hecho con los renos.