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Al llegar a la aldea de los elfos se los encontraron en la plaza tal como les habían dejado. Les miraban sin decir nada. El duende de la navidad se giró hacia el duende cuentacuentos y le dijo:
—Es peor de lo que me imaginaba. No sé si esto surtirá efecto.
Hans, que así se llamaba el duende la navidad sacó uno de los cuadernos y empezó a narrar las navidades pasadas. Explicó todos los turnos, cómo ponían la fábrica en marcha, cómo la aldea olía a jengibre y a canela. Pasó a recitar todos los nombres de los elfos y sus especialidades. Los juguetes que habían fabricado nuevos y por supuesto, los que habían dejado de fabricar. Mencionó el nombre de Berry Ribbonhope, el duende que más muñecas terminó antes de navidad. Fue la empleada del mes. Luego habló de los problemas de Flake con el nuevo lanza caramelos. Lo había hecho tan potente que había roto una ventana. Luego explicó cómo la cadena de montaje de ositos de peluche se había atascado por unos lazos deshilachados que Pepper y Candycane tuvieron que arreglar con ayuda de las hadas del arcoiris.
Los elfos intentaron interrumpirle en un par de ocasiones pero Hans era tan serio que con una mirada les quitó las intenciones a más de cinco elfos. Al final, los elfos se sentaron alrededor de Hans y escucharon prestando muchísima atención.
Hans continuó leyendo de su cuaderno hasta terminarlo y cuando lo hizo, mientras sacaba otro de sus cuadernos del zurrón, Coqui se acercó y les preguntó:
—¿Recordáis ya lo que es la navidad?
Los elfos se miraron entre sí con cara de confusión y negaron con la cabeza.
—¡Sois unos zoquetes! —dijo Hans—. Todos los años os pasa alguna calamidad. El año pasado llenasteis de galletas la fábrica de cajas de galletas y las máquinas se quedaron pegadas. El día anterior se reventó el almacén de los bastones de caramelos y salieron despedidos. Había bastones de caramelo por todas partes. Se quedaron congelados y tuvisteis que esperar a la primavera para sacarlos de allí.
—¡De eso me acuerdo! —dijo uno de los elfos—. Tuve un bastón de caramelo pegado a los pantalones hasta verano.
—¿Veis? Sois unos zoquetes.
Los niños se miraron con los ojos muy abiertos sin decir nada pero los elfos estaban empezando a recordar. Spooky estaba tan ilusionado que se tapó la boca para no gritar. Hans siguió relatando los hechos de la navidad de su segundo cuaderno.