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2. El despertador de Spooky

Una tarde, después del cole, Susanski y sus amigos fueron a su casa a merendar y ver la tele un rato. De repente, oyeron un llanto desconsolado. Provenía de la habitación de Susanski y como chicos intrépidos, fueron a ver de qué se trataba. Coqui se acercó el primero. No tenía miedo. Detrás iban Susanski y Peri intrigadísimos.

—Parece que viene de ahí —dijo Coqui mientras señalaba el armario.

—Poneos detrás de mí —dijo Susanski—. Voy a abrir la puerta.

La sorpresa fue mayúscula cuando al abrir el armario vieron a Spooky sentado en uno de los zapatos de Susanski llorando desconsoladamente.

—¿Qué te pasa, Spooky? —preguntaron los tres niños.

—La profesora de Sustos me ha regañado porque he llegado tarde dos veces. Dice que, si vuelvo a llegar tarde, me castigará sin la excursión al cementerio y ¡es ahí dónde nos va a enseñar a dar sustos de muerte!

—¿Qué podemos hacer? —preguntó Peri.

—Puedes intentar no llegar tarde —dijo Susanski.

—Ya, eso intento —contestó Spooky—. Pero no lo consigo.

—¿Por qué llegas tarde? —preguntó Coqui—. Quizás sí sabemos por qué podamos evitarlo.

—Es que me cuesta mucho levantarme por las mañanas —explicó el monstruo de armario.

—¡He tenido una idea! —exclamó Susanski— ¡Usa un despertador!

—Si ya tengo uno —Spooky parecía muy desanimado—. Pero no me despierta.

—Eso sí que es raro —añadieron los tres niños—. Vamos a tener que investigarlo.

Pidieron a Spooky que los llevara a su habitación y les enseñara ese despertador que no despertaba. Spooky los llevó rápidamente y vieron cómo vivía un monstruo de armario. Su cuarto era pequeño pero lo que más les llamó la atención era que la habitación era redonda, ¡cómo su cama! Tenía varios cuadros de monstruos famosos como Drácula y el Hombre Lobo. Había ropa tirada por todo el suelo y una mesilla de noche inclinada con una lámpara en forma de fantasma.

—¡Este es el despertador! —Les mostró un artefacto verde, de metal con una campana encima.

—¡Es muy extraño! —exclamó Peri.

—¡Es lo más raro que he visto nunca! —añadió Coqui

Susanski lo cogió para examinarlo de cerca. Lo miró por arriba, por abajo, por delante y por detrás. No hacía tic tac como los relojes que había visto sino un ritmo sincopado toc toc boom boom tic. Lo agitó dos veces y lo volvió a escuchar.

—Quizás no funcione bien.

—¿Qué hacemos? —Spooky estaba muy triste. —No quiero perderme la excusión.

—¡He tenido una idea! —dijo Susanski muy decidida—. Se lo llevaremos a mi padre que sabe mucho de máquinas y ¡hasta de robots!

Los tres niños y el monstruo de armario volvieron a la casa de Susanski para hablar con su padre. El padre de Susanski, que se llamaba Fede, sabía mucho de todo tipo de máquinas, robots y otras cosas misteriosas. Cuando algo no funcionaba, sólo él podía arreglarlo y si no podía, es que no había nada que hacer.

—Papá, ¿puedes ver qué le pasa a este despertador? Hace un ruido raro. —Susanski le dio el despertador de Spooky.

—¿De dónde lo has sacado? —preguntó extrañado, era lo más estrambótico que había visto nunca.

—Es de un amigo —contestó Coqui.

El padre de Susanski lo miró de cerca y de lejos. Lo escuchó y hasta se lo acercó a la nariz. Olía a césped recién cortado. Lo agitó y lo abrió por detrás.

—¡Ya sé lo que le pasa! —dijo de pronto.

—¿Se puede arreglar? —preguntó Peri. No quería que Spooky perdiera la excursión.

—Claro, ¡es un despertador que no funciona con pilas!

—¿Qué necesita? —Coqui tenía su agenda de super espía preparada para escribir todo lo necesario para arreglarlo.

—¡Espinacas!

Los niños se rieron, ¡qué cosas más locas!

—Es un despertador que funciona con espinacas —dijo el papá de Susanski—. No funciona bien porque se le están acabando.

—¡Necesitamos más!

Los tres niños y el monstruo de armario fueron corriendo a la cocina.

—Mamá, ¡necesitamos una cosa muy importante! —dijo Susanski.

—¿Y qué es esa cosa tan importante? —preguntó la mamá de Susanski mientras les preparaba la merienda.

—¡Espinacas! —dijeron todos a la vez.

Los niños le explicaron que era para un despertador para Spooky. No querían que la profe de Sustos le castigara y le dejara sin excursión.

—Entonces tendremos que ir a la Sirena a comprar unas pocas. ¿Quién se viene?

—¡Yo! —Se apuntaron los tres de inmediato.

La tienda de la Sirena estaba muy cerca de la casa de Susanski y no sólo compraron espinacas, también se llevaron churros. Cuando arreglaron el despertador de Spooky, Susanski le dijo.

—Ahora ya no te quedarás dormido.

—¡Eso espero! Muchas gracias, chicos, por vuestra ayuda.

—Procura que no se te quede sin espinacas. —Le recordó Peri—. Si se acaban siempre puedes venir a pedirnos más.

—Lo miraré todos los días.

Spooky se llevó su despertador muy contento y la madre de Susanski entró en la habitación para preguntarles:

—¿Quién quiere chocolate con churros?

Los tres niños la persiguieron hasta la cocina y allí todos merendaron mientras veían la tele.


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