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22. La mascota de Vog

Susanski y sus amigos no podían haber empezado mejor las vacaciones. Habían organizado una excursión al Bosque de los Silbidos. Era el rincón favorito de la Brujita del Frío y les iba a enseñar donde le gustaba jugar al escondite con sus hermanas, Tempi y Brisa. La mamá de Susanski, les había preparado una super merienda y tenían todo listo cuando Spooky les recogió con Joey.

—Os va a encantar el Bosque de los Silbidos. En esta época del año florecen las flores de la nostalgia. ¡Ya lo veréis!

Susanski llevaba todo preparado en su mochila: la merienda, una brújula, una botella de agua, una linterna y su cuaderno para apuntar cosas importantes.

—¿Dónde hemos quedado con la Brujita del Frío? —preguntó Coqui.

—¿Ya te has cansado de andar? —le chinchó Peri y Coqui le sacó la lengua.

—Hemos quedado en la cascada de colores —dijo Joey señalando un punto en el mapa.

Recorrieron uno de los senderos que llevaba al centro del bosque donde estaba la cascada. El viento susurraba secretos entre las hojas y las hadas jugaban al escondite. Los niños agitaban las manos y las hojas volaban por encima de ellos.

La cascada de colores se llamaba así porque el agua al caer sobre el estanque hacía que todo el estanque cambiara de color.

—¡Es muy bonito! —dijo Susanski.

—¿A qué sí? —preguntó la Brujita del Frío— Es mi rincón favorito. Me alegra mucho que os guste.

—Es una pasada —dijo Joey.

Entonces ante ellos se formó un humo de color violeta y se oyó que decía:

—Probando, probando, un, dos, un, dos… Los niños, el monstruo de armario, el Osconano y la brujita se quedaron en silencio sin saber qué decir. ¿Debían contestar al humo?

—Te oímos perfectamente —dijo Susanski.

—¿Es la oficina de objectos perdidos? —preguntó el humo.

—No, somos Joey, Spooky, la Brujita del Frío, Coqui, Peri y yo, Susanski. Creo que te has equivocado.

—Estas conexiones cuando hay lluvia…

—¿Podemos ayudarte? —dijo la Brujita del Frío.

—Estaba de paseo en el Bosque de los Silbidos y he perdido a mi mascota, Barlovento, un pequeño poltergeist.

—Nosotros estamos en el Bosque de los Silbidos ahora mismo —dijo Susanski—. A lo mejor podemos ayudar a buscarle.
 —Ahora mismo voy yo también. —Antes de que pudieran decir Osconano, el dueño de Barlovento se presentó. —Me llamo Vog, el rastreador.

—Hola, Vog, somos amigos de Margarita Castellanos —dijo Susanski. Se acordaba de Vog que les había ayudado a recuperar los libros el pasado día del libro.

—Ya me acuerdo de vosotros. Muchas gracias por ayudarme a buscar a Barlovento.

—Si es un poltergeist, no creo que podamos encontrarlo sin ayuda —dijo Spooky decaído— Los poltergeists se esconden muy bien.

—Mi hermana Brisa podría prestarnos su bola del mundo. Los poltergeists suelen dejar un rastro de colores.

El rastreador levantó la vista y sus ojos chispearon con una mezcla de alivio y esperanza. Spooky los llevó a la casa de los tres tejados de colores sobre el acantilado más alto donde vivía la Brujita del Frío con sus hermanas. Cuando llegaron, Brisa ya los estaba esperando con una sonrisa cálida y una chispa traviesa en sus ojos.

—¡Hola, chicos! ¿Qué hacéis por aquí? Pensaba que ibais a pasar el día de la excursión —saludó Brisa con su voz como el susurro del viento—.

—Vog, el explorador ha perdido a su mascota Barlovento y necesitamos tu ayuda —explicó Susanski—. Necesitamos que nos prestes tu bola del mundo.

—Os ayudaré a encontrarle. ¿Tenéis algo que pueda utilizar para rastrearle? —preguntó Brisa dulcemente.

—Tengo su juguete favorito. —Vog le mostró un unicornio de peluche.

Brisa lo acercó a su bola del mundo y un punto de color verde se iluminó.

—Creo que ya sé dónde está —dijo Brisa mientras señalaba el punto verde. —Está en el Bosque de los Silbidos.

—He estado recorriéndolo de arriba abajo, de un lado a otro y no lo he encontrado —protestó Vog.

—Se encuentra en uno de los extremos del bosque, donde se abre al llegar a la playa de los susurros.

—Brisa, ¿nos dejarías usar tu armario para llegar hasta allí? —preguntó Spooky muy bajito—. Es que está un poco lejos…

—¡No os preocupéis! Os llevaré en mi globo. Los niños, el monstruo de armario, el Osconano y las dos brujitas se subieron a la barquilla. Vog no estaba muy convencido de subir a aquel artefacto. Siempre se teletransportaba y aquel globo no parecía muy seguro.

—Vamos, Vog, sube —dijo Susanski.

—Quiero ver el bosque desde arriba —dijo Coqui desde un lado de la barquilla.

—Vamos, Vog, no es mi primer viaje —sonrió Brisa y no pudo negarse.

El globo se elevó en el aire, guiado por la voluntad de Brisa y los deseos de Vog el explorador. Atravesaron ciudades de nubes y campos de estrellas, cruzando ríos de luz y montañas de suspiros.

—Joey, no sabía que tu mundo era tan bonito —dijo Susanski.

—Eso es porque aún te queda mucho por descubrir —dijo el Osconano muy orgulloso.

Al llegar a la playa de los Susurros se encontraron con que había un festival. La gente había venido de todas partes y estaban deseando ver a la campeona de escultura con yoyos. Había puestos con todo tipo de dulces y por supuesto, el pequeño Barlovento se había escondido debajo de uno de los puestos y se estaba comiendo una estrella de helado.

—¡Aquí estás, pequeñajo! —dijo Vog al levantar la lona y encontrar a su mascota—. No sabes el susto que me has dado.

Le abrazó y ambos se mancharon de helado. Los niños al verlo se echaron a reír. Aunque ya era hora de que Susanski y sus amigos volvieran a casa, se quedaron un poco más para ver el concurso de yoyos y a la campeona hacer sus esculturas con hilo de yoyo.

—Al final no hemos podido hacer la excursión —se lamentó Peri—. Tenía muchas ganas de ir.

—Tendremos que venir otro día —dijo Susanski.

—Chiqui, esa sí que es una gran idea —dijo Joey.


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